Wednesday, February 08, 2006

VUELTA A CASA

El viaje fue a partir del 28 de diciembre al 25 de enero, la ruta como siempre , abierta y generosa.Pampa de Salamaca con todas sus estrellas me brindó un año nuevo maravilloso.
Los camiones sigilosamente cruzaban en la noche , sus luces cortaban los secretos escondidos.A cada lado de la ruta , en la noche brillaban , rastros incandescentes, las voces que nunca se dijeron.
Cada día pasado en viaje es un día más regalado a la hermosura de ser nómade.
¿Quién nos encerró en una casa?
¿Por qué la rutina de un día tras otro?
¿dónde la aventura espera por mí?
Ahora , en casa escribo y los olores de la estación de servicio de Uzcudum se mezclan en mi recuerdo con el olor de la lluvia de esta mañana en Viedma.
L a lluvia me siguió gran parte del recorrido, cerca del Dique Ameghino el camino estaba cortado en varias partes, la lluvia en el sur no moja, corta la tierra para mostrar su interior de cristal y sílice.
En la costa, pasé por Camarones, un pueblo de pescadores, se ve que allí nadie tiene muchos problemas ni apuro, las calles son muy anchas y se duerme la siesta, cerca hay un parque nacional, animales silvestres cuidados y un club viejo de petroleros que también fue privatizado, allí pasé la noche, no hubo escenas rómanticas ni besos apurados, una lentitud parecida a la del pueblo nos visito.
Al despertarme mire por la ventanuca del trailler y vi los guanacos mirando hacía mi con curiosidad, el baño estaba a unos doscientos metros, con mi toalla partí a la misión imposible de bañarse en Patagonia, el agua casi fría otra vez, en fin , un café instantáneo , unas galletitas y salir a toda máquina , la lluvia se acerca otra vez.
El hombre que viaja comnigo se asombra de la que soy cuando viajo. No sabe. No comprende.
Los hombres saben pocas cosas de las mujeres que viven con ellos.
Este , el que ahora me habita, no sabe que estar en movimiento hace que la piel tengo otras fragancias, que la mirada se alarga , la risa brota más fácil, no se esta pensando en la casa y si las plantas fueron regadas, si se terminó la harina, o si se paga el gas, las preocupaciones del viaje son veloces , caen aprisionadas debajo de las ruedas de mi cochecito gris metalizado.
El autito responde a mis manos, corre y recorre kilometros mansamente, tranquilo, sabe que tenemos que llegar, y nos lleva, a ningún lugar en especial, nos lleva sin quejas y a buen ritmo. Mi auto sabe mucho de mí.
Las águilas moras del Dique estaban en lo alto, esperándome.
El río Chubut cortaba el desierto con su filo verde.
La latita de paté y las criollitas de ese mediodía eran un manjar.
Así seguimos viaje, el desierto del corredor de las mesetas se abría.

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